GLAUCOMA CRÓNICO
El glaucoma crónico es una enfermedad ocular que suele dar pocos síntomas (“la ceguera silenciosa”) y es una de las primeras causas de ceguera en nuestro país. Con el control anual de la tensión ocular se consigue la prevención y el diagnóstico precoz, claves para evitar su evolución hacia la pérdida total e irreversible de la visión.
¿Qué es el glaucoma crónico?
Dentro del ojo se produce un líquido, llamado humor acuoso, que es desaguado por unos pequeños conductos a la circulación sanguínea. Este líquido da presión al ojo, siendo normal entre 10 y 20 mmHg. Cuando este desagüe se obstruye de forma progresiva, causa un aumento de la presión intraocular, que va provocando la atrofia del nervio óptico y la pérdida progresiva de la visión.
¿Qué síntomas ocasiona?
El glaucoma es conocido como la “ceguera silenciosa”, debido a que casi no da síntomas y durante años se pierde lentamente la parte periférica del campo visual, manteniéndose casi hasta el final una buena visión central y así en estadios finales la visión del paciente es como si mirara a través de un “cañón de escopeta”, llegando al final a la ceguera total e irreversible.
¿Cuáles son las causas?
El factor hereditario es el más importante, sobre todo en personas mayores de 40 años. Existe una incidencia mayor de esta enfermedad entre la población miope. El uso indiscriminado de colirios de corticoides pueden provocar glaucoma en pacientes predispuestos genéticamente.
¿Cómo se trata?
Dependerá del grado de evolución de la enfermedad, pero lo que hay que hacer es disminuir la presión intraocular del ojo mediante un tratamiento farmacológico adecuado o bien proceder a una intervención quirúrgica o con LÁSER. Con los tratamientos se intenta detener la enfermedad, pero no se puede recuperar la visión perdida, secundaria a la atrofia óptica.
¿Se puede prevenir?
Hablamos de glaucoma cuando el paciente tiene la presión intraocular elevada y esta ya ha causado algún grado de atrofia del nervio óptico, distinguiéndose así de la hipertensión ocular en la que el nervio aún está sano y por tanto la visión no está afectada. Por eso es muy importante que todas aquellas personas mayores de 40 años, sobre todo si tienen antecedentes familiares de glaucoma y en especial los miopes, se controlen la tensión ocular en su oftalmólogo al menos una vez al año. De esta forma es posible evitar que una hipertensión ocular evolucione hacia glaucoma.